Faustino Pérez Hernández, en una sola pieza, revolucionario y patriota
Así calificaba Armando Hart a este extraordinario combatiente, de quien ahora conmemoramos el centenario de su nacimiento
Faustino Pérez 15/2/1920 – 24/12/1992
Para Armando Hart, era “un hombre hecho de una sola pieza, revolucionaria y patriótica. Limpio, auténtico, sagaz. Poseía serenidad al hablar y sabía escuchar a los demás. Guardaba el fuego de un temperamento rebelde e intransigente frente a toda injusticia” por su parte el Che lo consideraba “un compañero honesto a carta cabal y arriesgado hasta el extremo… De su calidad revolucionaria da cuenta toda su trayectoria”.
Cuentan que una avioneta, cargada de armas, pertrechos y medicinas para el Ejército Rebelde, tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en un claro de monte, en plena Sierra Maestra. Ya la habían detectado las naves aéreas de combate de la tiranía batistiana, que se aproximaban amenazadoramente, más preocupadas en impactar sobre los guerrilleros que se desplazaban en la maleza que en la avioneta averiada. Para colmo, una tropa enemiga avanzaba hacia el lugar.
Faustino no dudó ni un minuto. Bajo la metralla, extrajo las últimas cajas y, como contara luego el Che, testigo presencial, “realizó la operación necesaria para evitar que cayera en manos del ejército (batistiano), dándole candela mediante la gasolina que se vertía por las perforaciones de los impactos”.
Soñaba con ser médico
Hijo de campesinos precaristas oriundos de Islas Canarias, nació el 15 de febrero de 1920 en la finca La Larga de Zaza del Medio, en la hoy provincia de Sancti Spíritus. Su niñez y adolescencia transcurrieron en una extrema pobreza. Para cursar la primaria tenía que trasladarse a lejanas escuelas rurales a lomo de un caballo. Luego, alternó el surco con viajes de noche a Cabaiguán para culminar estudios en la preparatoria, lo que le permitió graduarse de bachillerato en Sancti Spíritus. En 1942 matriculó Medicina en la Universidad de La Habana.
Sus primeros años en la capital fueron de privaciones, porque los 20 pesos mensuales que podía girarle la familia solo le alcanzaban para la casa de huéspedes donde le ofrecieron albergue y tres comidas. Algunos buenos amigos, con dinero para pagarlos, compartieron con él libros y textos de conferencia (el joven espirituano solo tenía derecho al examen final). Cero cines. Cero bailables. La ropa, limpia, pero sin posibilidad de renovarla.
En 1946 al fin consiguió un empleo en un laboratorio clínico. No era mucho salario, pero al menos eximió a los padres de los 20 pesos que buena falta les hacían. A finales de 1951 aprobó las últimas asignaturas de la carrera. Había demorado nueve años en hacerlo, cuando muchos de sus condiscípulos lo habían logrado en seis. Ya solo le quedaba la tesis, pero el 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista perpetró un golpe de Estado y Faustino, ya militante ortodoxo, no quería manchar su título con la firma de un ministro golpista. Y postergó su graduación hasta 1959, con la Revolución en el poder.
Se incorporó al Movimiento Nacional Revolucionario del profesor Rafael García-Bárcena, organización insurreccionalista que sufre un duro golpe con la detención de su máximo dirigente, el 5 de abril de 1953.
Faustino no se amilanó y junto con Armando y enrique Hart, Pepe Prieto y los hermanos Alonso y Mario Hidalgo, procedió a la reactivación del MNR. A la vez contactó con Haydée y Melba, quienes ya habían sido excarceladas, y organizó el rescate del moncadista Gustavo Arcos (luego traidor a la Revolución), además de coordinar con Frank País y el grupo de combatietes que este nucleaba en un proyecto de sabotajes contra la farsa electoral del 1º de noviembre de 1954. Solo la detención, enjuiciamiento y prisión del espirituano hizo colapsar este plan en La Habana. Amnistiado a mediados de mayo de 1955, junto con otros revolucionarios, como los asaltantes al Moncada, una vez en la calle reinició su lucha contra la tiranía.
Ya Faustino estaba alineado en la estrategia de Fidel y se incorporó al Movimiento 26 de Julio donde integró la Dirección Nacional. El líder de la Revolución lo seleccionó para la expedición del Granma y fue uno de los 82 combatientes que partieron de Tuxpan el 25 de noviembre de 1956.
Alegría de Pío
Después del desembarco del Granma en Las Coloradas, los expedicionarios emprendieron una fatigosa marcha. El 5 de diciembre acamparon en Alegría de Pío y junto con el Che, algo más repuesto de las crisis de asma de la travesía, se dedicaron a curar las llagas de los pies de sus compañeros. Uno de sus pacientes, Manuel Hechevarría, recordaría años después la atención que le prestara el espirituano mientras el argentino examinaba a otros compañeros. De pronto se generalizó el tiroteo. El Che cayó herido. Faustino asumió como médico y malamente, carente de recursos, ligó el brazo de Raúl Suárez (luego asesinado por la soldadesca) con un pañuelo para detener la hemorragia e improvisó con otro pañuelo un cabestrillo.
En la retirada el espirituano perdió contacto con sus compañeros y para su fortuna se topó con Fidel y Universo. Los tres emprendieron la marcha hacia la Sierra y en Cinco Palmas se reencontraron una veintena de combatientes. Según testimonio del propio Faustino, el líder de la Revolución le asignó la misión de bajar al llano con tres propósitos fundamentales: dar fe de la existencia del destacamento guerrillero y recabar ayuda en las ciudades para su fortalecimiento; reorganizar el Movimiento en donde sea necesario; y gestionar el traslado de periodistas a las montañas con el fin de que testimonien públicamente la presencia de Fidel y la vigencia de la lucha armada en la Sierra Maestra.
Coordinador en La Habana
Faustino regresó a la Sierra el 15 de febrero de 1957 para asistir a una reunión de la Dirección Nacional del Movimiento, convocada por Fidel. A la vez, cumplía una de las misiones encomendadas por el líder de la Revolución: la presencia en el territorio de la guerrilla de uno de los periodistas más destacados de The New York Times, Herbert Mathews, cuya entrevista con el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde no solo significó “el palo periodístico del año” en la prensa estadounidense, sino también la primera gran victoria mediática sobre la tiranía en la etapa insurreccional. .
De regreso al llano, Faustino se dedicó a reorganizar el Movimiento en la capital. Según el destacado combatiente Arnol Rodríguez, “con él alcanzan un gran desarrollo e impulso integral todos los frentes de la clandestinidad y la Resistencia Cívica”. Tal labor no estuvo exenta de tropiezos. En marzo de 1957 cayó en manos de la policía batistiana la casa de 5ª y A, en el Vedado, donde se pierden el medio centenar de armas que iban a emplearse para iniciar un frente guerrillero en el Escambray, uno de sus más queridos proyectos. Y unos días después, el propio Faustino fue detenido.
En la prisión organizó una huelga de hambre en protesta por el maltrato a los reclusos. La tiranía le concedió libertad provisional, lo que aprovechó para sumirse en la clandestinidad. “No hay día que no ocurra una acción importante en La Habana; la Huelga del 5 de agosto de 1957, la noche de las 100 bombas, el secuestro de Fangio…”, recordaría años después Arnol Rodríguez ante un periodista.
Tras el revés de la huelga del 9 de abril de 1958, Fidel ordenó a Faustino marchar a la Sierra y le asignó la jefatura de la administración civil del territorio libre. Creó entonces escuelas y hospitales en intrincados parajes, fomentó organizaciones campesinas, pequeñas industrias y talleres, reglamentó el comercio, la vida en los campamentos, los sistemas judicial y penitenciario; adoptó las primeras medidas prácticas para la aplicación de la Ley No. 3 del Ejército Rebelde (10 de octubre de 1958) que concedía a los campesinos el derecho a la tierra que trabajan.
Después del triunfo
Cumplió cabalmente todas las tareas que les encomendaron Fidel y la Dirección Revolucionaria. Asumió como titular del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados y luego se fue a la Sierra Maestra, al frente del Servicio Médico Social, un viejo sueño que compartía con el también comandante René Vallejo desde la etapa insurreccional; organizó el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, dirigió el Partido en su Sancti Spíritus natal, trabajó con el Poder Popular y se desempeñó como diputado a la Asamblea Nacional, representó diplomáticamente a Cuba en Bulgaria, puso todo su corazón y energía en el desarrollo integral de la Ciénaga de Zapata. En esta última responsabilidad le sorprendió la muerte, el 24 de diciembre de 1992
uando un periodista venezolano que fue a entrevistarlo, se extrañó de no verlo en una oficina de La Habana con aire acondicionado y todas las demás comodidades propias de su significación histórica, sino en uno de los municipios más despoblados de Cuba. Faustino le respondió simplemente: “Me siento más cómodo en este medio donde puedo hacer más de manera más directa, aunque sea modestamente, algo por los que necesitan que se haga algo. Esa es la razón… Esta no es de una responsabilidad tan alta pero nos sentimos bien; es útil y con eso basta. Lo importante es que seguimos teniendo el espíritu de pelea de cuando vinimos en el Granma”, y tras sonreír como un niño travieso, bromeó. “Aunque por cuestiones de edad, no las mismas fuerzas ni las mismas energías”.
Fuentes consultadas: Testimonios y datos ofrecidos en el año 2000 al autor de este trabajo por Arnol Rodríguez y Pepe Díaz. Los libros Pasajes de la guerra revolucionaria, de Ernesto Che Guevara, y Perfiles, de Armando Hart. Los textos periodísticos La última entrevista del comandante Faustino (Superguía Dominical, marzo de 1993) y Faustino: Un hombre de la Revolución Faustino: Un hombre de la Revolución, de Mario Mencía (Cubadebate, 2017)
Faustino Pérez Hernández, en una sola pieza, revolucionario y patriota / Por PEDRO ANTONIO GARCÍA
FAUSTINO PÉREZ: Ser revolucionario, razón de su vida
El Che lo calificaba de compañero honesto a carta cabal y arriesgado hasta el extremo, mientras que para Fidel era la conducta de la Revolución
En el año de su muerte (1992), unos periodistas colombianos de visita en Cuba quisieron entrevistarlo. No lo hallaron en una oficina de La Habana con aire acondicionado y todas las demás comodidades, sino en un paraje agreste de la Ciénaga de Zapata, en plena labor rodeado de lugareños y vistiendo como ellos.
Ante la extrañeza de los visitantes, Faustino respondió: “Ciertamente, yo podría estar en La Habana, pero me siento más cómodo en este medio donde puedo hacer más de manera más directa, aunque sea modestamente, algo por los que necesitan que se haga algo. Esa es la razón… Esta no es de una responsabilidad tan alta, pero nos sentimos bien; es útil y con eso basta. Lo importante es que seguimos teniendo el espíritu de pelea de cuando vinimos en el Granma, aunque por cuestiones de edad no las mismas fuerzas ni las mismas energías”.
Esa conducta, aclaraba a los periodistas, se identificaba con los principios que predicaba el Che. “Yo diría que nosotros nos sentimos felices y reconciliados con el ser humano, cuando constatamos que estamos siguiendo el camino de hombres como el Che, Martí, Bolívar. Es decir, sabemos que estamos en el buen camino cuando nos vemos transitando en esa dirección”.
No es de extrañar que a Faustino el Guerrillero Heroico lo calificara de “compañero honesto a carta cabal y arriesgado hasta el extremo. De su arrojo tengo pruebas presenciales”; y solía contar cómo en la Sierra, bajo la metralla, “quemó un avión que nos había traído armas desde Miami, descubierto por la aviación enemiga… para evitar que cayera en manos del Ejército (batistiano)”.
Entretanto, su compañero de luchas en la clandestinidad, Arnol Rodríguez, gustaba hablar de su integridad, firmeza, mucha honestidad y confianza en el futuro. Era extraordinariamente responsable ante cada una de las tareas que tenía por delante, agrega; y prefería entonces citar una afirmación de Fidel: “Faustino Pérez encarna la conducta de la Revolución”.
Para Pedro Miret, descolló “como trabajador y cuadro ejemplar, disciplinado y creador, austero y exigente, sobre todo consigo mismo […] ser útil a la Patria y a la Revolución fue en todo minuto la razón de su vida”.
Faustino Pérez Hernández nació el 15 de febrero de 1920 en un hogar numeroso de campesinos consagrados a la tierra, en la actual provincia de Sancti Spíritus. Conoció de pequeño la explotación. Siempre tuvo la pasión de instruirse. Matriculó por la libre el bachillerato y alternaba el estudio con las labores de la escogida de tabaco. Se fue a La Habana en 1943, a hacerse médico y para pagar la carrera, trabajaba como aprendiz ayudante en un laboratorio de la calle Salud. Su sueño era dedicarse a la Pediatría. Pero Cuba estaba desgobernada entonces por la tiranía batistiana y tuvo que convertirse en combatiente (terminó de graduarse en 1959).
Integrante del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) de García Bárcenas, cayó preso con una sanción de más de tres años. Salió de la cárcel con la amnistía de 1955; ese año Fidel creó el Movimiento 26 de Julio y Faustino estuvo entre sus fundadores. Expedicionario del Granma, permaneció junto con Fidel en la dispersión de Alegría de Pío. Después del reagrupamiento de Cinco Palmas, el Comandante en Jefe lo seleccionó como delegado del M-26-7 en La Habana
Una vez le preguntaron qué significaba para él la figura de Fidel: “La posibilidad de haber conocido a un prócer, a un líder extraordinario… Tiene la capacidad de hacerse sentir compañero y al mismo tiempo maestro, jefe, líder; porque esa es una de las características de Fidel: se siente hermano, se siente compañero. Eso es para nosotros. Los cubanos tenemos el privilegio de tener a Fidel como guía, como líder de esta Revolución y como forjador de una nueva generación de revolucionarios. Es decir, significa tanto para nosotros, él es la Revolución”.
Faustino reorganizó el Movimiento en la capital. Según Arnol Rodríguez, “con él alcanzan un gran desarrollo e impulso integral todos los frentes (de la clandestinidad) y la Resistencia Cívica. No hay un solo mes que no ocurra una acción importante en La Habana”, y para fundamentarlo, menciona la Huelga del 5 de agosto (1957), la noche de las 100 bombas, el secuestro de Fangio…
Tras el revés de la huelga del 9 de abril, Fidel ordenó a Faustino marchar a la Sierra. A propuesta del Jefe de la Revolución, instituyó la administración civil del territorio libre, creó escuelas y hospitales en intrincados parajes, fomentó organizaciones campesinas, organizó la recaudación de fondos para la Revolución.
Después del triunfo, fungió como titular del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados y luego se fue de nuevo a la Sierra Maestra, al frente del Servicio Médico Social, un viejo sueño que compartía con el también comandante René Vallejo desde la etapa insurreccional, como puede verse en la correspondencia de la época entre ellos.
Se le vio siempre dispuesto a asumir la tarea que le encomendaran Fidel y la Revolución. Así, organizó el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, dirigió el Partido en su Sancti Spíritus natal, trabajó con el Poder Popular, representó diplomáticamente a Cuba en Bulgaria, puso todo su corazón y energía en el desarrollo integral de la Ciénaga de Zapata. En esta tarea le sorprendió la muerte, el 24 de diciembre de 1992
En el encuentro con periodistas venezolanos anteriormente mencionado, el cual se publicó en forma de entrevista en la revista venezolana Superguía Dominical, Faustino expresó: “Para muchos ya desapareció el socialismo, para nosotros los cubanos no. Creemos que todavía el futuro tiene mucho que ver con el socialismo y el socialismo con el futuro y me parece que Cuba está demostrándolo y lo va a demostrar mucho más hacia delante”.
Fuentes consultadas
Testimonios y datos ofrecidos en el año 2000 al autor de este trabajo por la familia de Faustino Pérez, Arnol Rodríguez y Pepe Díaz. Los textos periodísticos La última entrevista del comandante Faustino (Superguía Dominical, marzo de 1993) y Siempre soldado de primera línea, de Pedro A. García (Granma. 15 de febrero de 2000).
FAUSTINO PÉREZ: Ser revolucionario, razón de su vida / Por PEDRO ANTONIO GARCÍA
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Publicado por: David Díaz Ríos / CubaEstrellaQueIlumina
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