Estados Unidos del Soft Power al Sharp Power / Por
La actual política que desarrolla Estados Unidos hacia Cuba pasó bruscamente del Soft Power —Poder Suave o Inteligente—, aplicado por el presidente Barack Obama, al Sharp Power —Poder Agudo o Penetrante—, que lleva a cabo el actual presidente Donald Trump.
Esas clasificaciones de poder descritas por ideólogos yanquis, entre los que se encuentran algunos vinculados a la National Endowment Foundation, NED, está la definida por Joseph Nye, quien expuso claramente:
“El Poder Inteligente es la capacidad de combinar el Poder Duro y el Blando, para alcanzar una estrategia exitosa”, concepto que se hizo popular entre los miembros de la Administración Clinton y la de Obama.
El Poder Blando o Inteligente está definido como “la capacidad de dominar, por el ejemplo, la atracción cultural y la difusión de los valores propios”, y aunque este concepto surgió según los yanquis en China y Rusia, en realidad es la propia estrategia hegemonista empleada por los Estados Unidos en sus relaciones internacionales de dominación mundial.
Recordemos las declaraciones de Obama al anunciar las relaciones con Cuba, donde explicó en detalles sus propósitos con una inteligencia muy sutil:
“Continuaremos abordando los temas relacionados con la democracia y los derechos humanos en Cuba (…) podemos hacer más para apoyar al pueblo cubano y promover nuestros valores a través del compromiso”.
“Los Estados Unidos consideran que ningún cubano debe ser víctima de acoso, arresto o golpizas, solo por ejercer el derecho universal de hacer que su voz se escuche. Continuaremos apoyando a la sociedad civil allí”.
“Con nuestra embajada podremos aumentar considerablemente nuestro contacto con el pueblo cubano. Tendremos más personal, y nuestros diplomáticos podrán participar de manera más extensa en toda la Isla…incluida la sociedad civil, y con los cubanos que buscan alcanzar una vida mejor…Nadie espera que Cuba se transforme de la noche a la mañana, pero creo que el compromiso estadounidense, mediante nuestra embajada, empresas y ante todo nuestro pueblo, es la mejor manera de representar nuestros intereses, y apoyar la democracia y los derechos humanos”.
Ideólogos de esa línea de acción, como Joseph Nye, consideran que: “La seducción siempre es más efectiva que la coerción, y muchos valores como la democracia, los derechos humanos y las oportunidades individuales son profundamente seductores. El poder blando es simplemente una forma de poder, una forma de obtener los resultados deseados”.
Pero la política “blanda” de Obama estuvo combinada con el Poder Duro, pues no permitió el uso del dólar, mantuvo la Radio y Tv Martí, financió aún más a la contrarrevolución y todo el sistema de subversión política, persiguió encarnizadamente a la banca internacional por sus relaciones financieras con Cuba, no levantó la prohibición del turismo estadounidense, prorrogó cada año la Ley de Comercio con el Enemigo, mantuvo la prohibición de otorgar créditos a las compras cubanas de alimentos y se negó a discutir el tema de la Base Naval en Guantánamo, entre otras medidas que estaban a su alcance.
Con la llegada de Donald Trump, el Soft Power fue cambiado por el Sharp Power, asesorado por halcones que no aceptaban el abrazo dado por Obama, aunque fuese para clavar el puñal por la espalda. Trump desea destruir a la Revolución por la vía rápida y sueña que, junto a Venezuela y Nicaragua, erradicar de raíz el socialismo que tanto odia.
Ese Sharp Power (Poder Duro, Poder Punzante o Afilado), emplea los medios militares y económicos como fórmula para influir en la actuación y en los intereses de otros Estados. Su receta de dominio político es agresiva y basada en la coerción, al considerar que tiene efectos inmediatos, especialmente contra países de menor capacidad económica y militar, o cuando parte de su comercio depende de los Estados Unidos.
Precisamente el gobierno de Trump se sustenta en esos principios y observamos como emplea las promesas de ayudas económicas como chantaje, a la par que usa la diplomacia coercitiva, la amenaza de intervención militar y/o la implementación de sanciones económicas, como armas políticas para que los demás cumplan sus órdenes y deseos.
A lo anterior se suman las herramientas cibernéticas y campañas mediáticas, con el fin manipular e influir en la opinión pública, basado en el espionaje que hacen las grandes corporaciones como Google, Facebook y otras que entregan los datos de sus usuarios, preferencias y amistades, permitiéndole posteriormente ejercer influencias políticas y emitir noticias falsas para confundir.
Todas las acciones ejecutadas por Trump están enmarcadas en el Sharp Power, principalmente contra aquellos países que no aceptan arrodillarse ante sus exigencias, pero hasta la fecha no ha obtenido los resultados ambicionados.
Cuba, Venezuela y Nicaragua resisten sus embates con el apoyo mayoritario de sus pueblos. El rechazo mundial a la Guerra Económica, Comercial y Financiera, impuesta a Cuba desde hace 60 años y recrudecida hasta la saciedad, es total, a lo que suman las maniobras coercitivas para derrocar a Nicolás Maduro y a Daniel Ortega.
Corea del Norte no cede ante las presiones yanquis y responde a sus amenazas sin descartar el diálogo. Irán desafía las intimidaciones de Trump y demuestra confianza en su poderío militar y económico, sin aceptar chantajes. China y Rusia actúan con firmeza e inteligencia ante las sanciones comerciales, tomando contramedidas importantes.
La guerra en Afganistán continúa, no pueden doblegar a su pueblo y los gastos que ocasiona mantener a cientos de miles de soldados norteamericanos, crecen y afectan la economía estadounidense, lo mismo sucede en Irak, donde la inestabilidad establecida por una guerra injustificada no se logra detener.
Al final Trump no obtiene los resultados ambicionados, pero pone al mundo en peligro de una nueva guerra de dimensiones incalculables y los ideólogos de esas políticas fascistas se enriquecen, mientras los pueblos rechazan cada día más a los Estados Unidos, quienes no han ganado ninguna guerra.
Cuba junto a Venezuela y Nicaragua continúan sin miedo, trabajando por mejorar a sus pueblos, porque como afirmó José Martí: “Es de vencidos la ira, y de la fuerza verdadera, el reposo y la serenidad”.
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Barack Obama
Donald Trump
El «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano», diseñado para extender el imperio estadounidense al resto del mundo, existe, el verdadero poder lo lleva a la práctica, no importa cuál de sus fachadas esté en el gobierno
Las voces del Hard Power o «poder duro» son más desinhibidas a la hora de recomendar el rol de Estados Unidos en la esfera mundial, que sus colegas del llamado Smart Power o «poder inteligente».
Irving Kristol, teórico del conservadurismo más beligerante y discípulo destacado de Leo Strauss, daba por sentado un «Imperio Americano» y no se escondía para proclamarlo.
«Uno de estos días el pueblo americano se va a dar cuenta de que nos hemos convertido en una nación imperial»1.
Según Kristol, la diferencia del imperio estadounidense con los imperios europeos estaba en que «nuestros misioneros están en Hollywood».
Leo Strauss llegó a Estados Unidos huyendo de los nazis. Discípulo de Heidegger, admirador y estudioso de Platón, Maimónides, Nietzsche y Carl Schmitt, enseñaba a sus alumnos que dentro de la sociedad «algunos son aptos para dirigir y otros para ser dirigidos»2.
Consideraba que la agresividad de la naturaleza humana puede ser restringida por un estado poderoso y recomendaba: «Si no existe una amenaza externa hay que fabricarla, un orden político solo puede ser estable si es unido por una amenaza externa»3.
Las redes straussianas se expandieron desde su cátedra en la Universidad de Chicago. De ellas surgió una persona que ejerció gran influencia sobre el ejecutivo de Ronald Reagan: Allan Bloom, fundador en 1984 del centro de estudios de la John M. Olin Foundation.
La primera generación de straussianos, con Allan Bloom al frente, rearmó el pensamiento conservador, dotándolo de argumentos que van más allá de la adhesión a los valores tradicionales y la defensa del libre mercado.
The closing of American Mind (1987), escrito por Bloom y convertido en best seller, ofrecía, a través de un análisis de la cultura universitaria americana, un diagnóstico de Estados Unidos y un método para darle solución a los «graves problemas planteados».
Después del 11 de septiembre de 2001, los neoconservadores (neocons)practicaron la política de aterrorizar a la población estadounidense, a partir de la manipulación mediática de los mensajes y de una visión paranoica de la realidad.
Sin embargo, los guerreros neocons quedaron muy mal vistos durante el gobierno de George W. Bush. La imagen de EE. UU. quedó seriamente afectada. El «poder real» decidió sacarlos de escena. Se necesitaba un cambio.
Del Hard Power al Smart Power: ¿Dónde está la diferencia?
El gobierno de Barack Obama, como bien señalan destacadas personalidades estadounidenses, como James Petras y Noam Chomsky, utilizó más que nadie herramientas extraterritoriales para ejercer el poder y supo usar con absoluto rigor el miedo.
Las contradicciones entre los neocons y su gobierno fueron solo externas, de imagen pública, nada más. Se trataba simplemente de cambiar la imagen de ee. uu. y lograr un nuevo consenso.
El poder inteligente, nacido también de las redes straussianas –no olvidar que la génesis de esas redes está en el mundo académico y político de Chicago–, logra con la «ingeniería del consenso» limitar aún más el pensamiento norteamericano a un estrecho margen de ideas.
Qué diferencia existe entre George Bush preparando el ataque a Irak y ejecutándolo como «emperador» de los ricos y poderosos supermultimillonarios White Anglo-Saxon Protestant (wasp), y Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, creando el escenario necesario para invadir Siria, o con los desplantes tragicómicos de Donald Trump, que finalizan en amenazas, bloqueos, sanciones económicas, bombardeos y ataques indiscriminados con misiles.
El expresidente de Estados Unidos, George W. Bush, declaraba que actuaría militarmente en caso de que Irak se negara a eliminar sus armas de destrucción masiva y consideraría al régimen de Bagdad «una amenaza para Estados Unidos».
El 20 de marzo de 2003, Estados Unidos y el Reino Unido iniciaron la invasión de Irak por tierra, tras intentar los estadounidenses acabar con Sadam y su plana mayor en un ataque selectivo de misiles Tomahawk disparados desde varios buques.
Obama declaró el 28 de agosto de 2013 que no había querido implicarse militarmente en el conflicto civil sirio, que ya duraba más de dos años, pero se adelantó a anunciar que si Assad usaba armas químicas contra su propio pueblo «eso cambiaría nuestros cálculos».
No demoraron mucho los halcones del Pentágono y la otan para disparar, desde buques y submarinos, misiles Tomahawk contra Siria, luego del teatral montaje de un falso ataque químico contra la población civil.
Donald Trump dice que en el caso de Venezuela «todas las cartas están sobre la mesa» y amenaza con el uso de la fuerza contra el país sudamericano, Cuba y Nicaragua.
En un discurso televisado en el portaaviones uss Abraham Lincoln, George W. Bush anunció en 2003 que «las principales operaciones de combate en Irak habían concluido». ¿Veremos también al presidente Donald Trump en traje de piloto sobre un portaaviones anunciando la victoria sobre otro de los «oscuros rincones del planeta»?
El «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano», documento insignia de los neoconservadores para extender el imperio estadounidense al resto del mundo, está basado en la doctrina de «la guerra preventiva con carácter global y permanente». En pocas palabras el proyecto dice que «si el siglo XX fue el siglo americano, el siglo XXI también deberá serlo».
Para ello es necesario entrar en nuevos escenarios de guerra con una superioridad tecnológica abrumadora frente a países débiles, pero sumamente valiosos desde el punto de vista estratégico para EE. UU.
El plan existe, el verdadero poder lo lleva a la práctica, no importa cuál de sus fachadas esté en el gobierno, la misión es hacer cumplir los objetivos de dominación global. Pretextos iguales, intereses iguales, medidas iguales. ¿Qué ha cambiado?
1 Irving Kristol. «The Emerging American Imperium», Wall Street Journal, 18 de agosto de 1997, p. a-14.
2 Leo Strauss. What is Political Philosophy? and Other Studies. Glencoe iii Free Press, University of Chicago, 1959.
3 Idem.

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